N.° 3 I REVISTA TAURINA “HELMÁNTICA’ I Editorial NI AYER NI HOY, LA HISTORÍA NUNCA HA SIDO CAPAZ DE DARLE LA PUNTILLA A LA FIESTA La Fiesta de Toros a lo largo de la historia ha tenido muchos detractores y ha sufrido varios intentos de prohibición. Monarcas, clérigos, pontífices y políticos llegaron a prohibirla temporalmente basados la mayoría de las veces en motivos interesados, pero una y otra vez la fuerza de la gente común obligó a los mandatarios a su restitución. Ese toro que tiene mi gente metido en la sangre, que decía Rafael Alberti, ha tenido y tiene tanta fuerza que nadie, ni ayer ni hoy, puede darle la puntilla. Agoreros y detractores dicen que la Fiesta está en decadencia y que va a desaparecer, pero nada más lejos de la realidad, porque hoy la Fiesta, declarada Bien de Interés Cultural, goza de una salud de hierro. En tiempos de Isabel la Católica, el Arzobispo de Granada, Hernando de Talavera, solicitó insistentemente a la Reina que suspendiera la Fiesta de Toros y llegó incluso a amonestarla por asistir a festejos taurinos. Isabel dejó de asistir a los toros pero fue inteligente y respetuosa y nunca la prohibió, conocedora de la afición que el pueblo español sentía por ella. Incluso ella y su esposo Fernando aceptaron corridas celebradas en su honor. Reinando en España Carlos V, las Cortes Españolas solicitaron al monarca la suspensión de la Fiesta de Toros basándose en que se producían muertes en los festejos, pero el Rey conociendo el arraigo que la Fiesta tenía entre los españoles negó rotundamente su prohibición. Después fue Pio V, Papa taurófobo, inquisidor y arrogante, el que con más decisión que acierto se enfrentó a la Fiesta sin conseguir suspenderla. En 1567 promulgó la famosa bula “De Salute Gregis Dominici” y amparado en el poder que antaño tenían los mandatarios de la Iglesia, prohibió la Fiesta bajo pena de excomunión eclesiástica. Lo hizo para intentar acabar con las muertes y accidentes que sufrían los actuantes y aduciendo que las almas de los fallecidos se condenaban. Dice Gonzalo Santonja que negaba la asistencia religiosa a los toreadores que arriesgaban su vida, pero asistía a los guerreros que vivían y morían matando. El siguiente Papa, Gregorio XIII, solicitado por Felipe II, tomó una actitud favorable hacia la Fiesta de Toros y publicó la bula “Exponi Nobis”, que permitía la asistencia a los toros sin pena de excomunión a los católicos pero la seguía prohibiendo a los clérigos. Bula que dividió a los eclesiásticos en dos bandos, los que seguían asistiendo a los festejos saltándose a la torera la prohibición papal y los que la respetaban y guardaban. Más tarde, Sixto V, insistió en la prohibición de los festejos taurinos; requirió al Obispo de Salamanca para que promulgara una pastoral negando la comunión católica a los clérigos que asistieran a estos festejos pero el Rey Felipe II, una vez más, hizo caso omiso de esta pretensión, por lo que nunca se llevó a efecto. Dos décadas después, Clemente VIII, anuló esta y levantó todas las penas, aduciendo que los hombres que luchaban contra los toros eran más valientes para las guerras. Y después, el Rey Carlos II, por presiones de cortesanos, fue invitado a que prohibiera la Fiesta de Toros pero este no lo hizo para evitar que el pueblo se soliviantara; sí lo hizo Carlos III, entre 1785 y 1786 por simple desafección, consiguiendo resultados contrarios a los pretendidos. Después de todos estos avalares los mandatarios de la Iglesia y los monarcas dejaron de preocuparse de estos temas y comenzaron a .interesarse por los suyos propios. Por ello resulta difícil aceptar que hoy políticos ignorantes y demócratas de vía estrecha puedan conseguir decretando lo que antes nadie consiguió razonando y dialogando. Decía el poeta y dramaturgo Antonio Machado, que en España, de cada diez cabezas una pensaba y nueve embestían. Particularmente, este razonamiento nos parece esperpéntico, máxime en ios tiempos actuales, pero cierto es que hay colectivos minúsculos, intransigentes e irrespetuosos que podrían encajar en ello. Pretenden la abolición de Ea Fiesta con su radicalismo político porque ignoran sus valores. Por ello nosotros, los defensores de esta, no debemos caer en la trampa del enfrentamiento y la discusión; tenemos que hacer pedágogía taurina y tomarnos las cosas con respeto y paciencia, porque el respeto y la paciencia son atributos de la inteligencia. “Nada más lejos de la realidad, porque hoy la Fiesta, declarada Bien de Interés Cultural, goza de una salud de hierro”