7 h tú, Marca de Ancona, dichosa tierra entre la montaña y el mar, luce tu fama de santidad, como el cielo de estrellas! Cuando en Asís se en cendió en pecho 1 humano aquella hoguera de caridad divina que se llamó Francisco, a cuya palabra prendía el fuego de amor en los corazones, como en maduras mies-es por agosto, fuiste tú, Marca de Ancona, la tierra que más se abrasó en aquel incendio, la que más apóstoles trajo para la santidad nueva y la que dió más enamorados amadores a la Virgen Pobreza. En tu ribera se congregaron los peces de tu mar y de tus ríos, al mandato de la voz del hermano Antonio, y a su modo, reverentes, adoraron al Creador. Al pie de los pinos de tus selvas, y entre las quiebras de tus peñascales, hubo franciscanas colmenas, de donde manaba, gota a gota, la miel de la plegaria. ¡Cuántas veces, alguno- de aquellos santos ermitaños, arrebatado de