¡Á BUEN fmwfúi 13 Había yo leído hacía poco el libro de Severo Catalina, La Mujer, que estaba muy de moda entoqces, donde hay aquello deque «la mejor declaración de amor es la que no se hace»; y seducido por la gracia y la novedad del teorema, quise ponerle en práctica. ¡Me parecía tan hermoso amar á Luisa y estar seguro de que Luisa me amaba también, sin haber hablado de ello nunca!... ¿Qué necesidad había de decírselo, al menos por entonces?... Después, sí: cuando fuera abogado la manifestaría verbalmente lo que ella yafeabía de sobra, y ella, con su encantadora sencillez, me lo dejaría conocer así, me haría entender que no estaba equivocado al creer de su parte perfecto conocimiento de mi intención y sincera y leal correspondencia. Luego hablaba á sus tíos, que tampoco se harían de nuevas, pues bien conocían nuestras inclinaciones, se concertaba la boda y nos casábamos.., ¡Qué felices íbamos á ser, congeniando tan perfectamente, conociéndonos tan á fondo y queriéndonos tanto!... Tenía yo intención de hacer, con el primer dinero que ganara ejerciendo la abogacía, una casita de verano en mi pueblo; es decir, no en el pueblo precisamente, sino allí muy cerca, con más poesía, en la falda del monte. Y, ya se sabía, lo primero que