-44- cado, que se lee con singular complacencia. No era San Juan de la Cruz de aquellos escritores que, como Fray Luis de León y Fray Pedro Malón de Chaide, limaban y pulíau sus eseritos con minucioso esmero; sino que, al igual de la Doctora carmelita y de Fray Hernando de Zárate; dejaba correr libremente la pluma, obedeciendo al espontáneo impulso de su inteligencia creadora. Este mismo desaliño se nota á veces en su versificación: deslúoense varios versos con faltas eufónicas, hiatos, repeticiones y durezas; pero, en general, son sonoros, fluidos y corrientes, notándose en ellos esa difícil facilidad que es el sello de los buenos poetas y que, entre otros méritos, presenta el de hacer corresponder la naturaleza prosódica del verso ' con la idea que el artista quiso expresar. Empleó San Juan la estrofa inventada por Garcilaso, inmortalizada por Fray Luis y usada por todos nuestros grandes poetas sagrados, en atención á que, por su ritmo severo y grave, se presta como ninguna para dar forma plástica á los pensamientos santos. También escribió romancillos, cuartetos y glosas. Enumeradas, en general, las virtudes eminentes de San Juan de la Cruz, considerado como poeta Urico, entremos en el huerto ameno de sus poesías, aspirando particularmente el delicioso aroma de cada una. Compuso nuestro lírico Canciones y Glosas místicas y Romances sagrados. Sus canciones son de lo más elevado que ha concebido humana inteligencia. El amor divino, suhstratum de las obras de San Juan, sugirió al angélico Poeta la más generosa y arrobada poesía que se ha cantado desde Salomón hasta Fray Luis. La alegoría de los místicos amores hace sencillo y candoroso lo que, de otra manera, sería grandio-