66 NUEVAS FLORECIERAS nocidos viajeros. Y poco después, al ser vencido del sueño, en un inefable estado de plácido reposo, le pareció oír cómo repicaban placenteramente, no sabía si en los campanarios de remotas aldeas o en el fondo de su corazón, unas dulces campanas que acababan de anegar su alma en suavidades de arrobo. —Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad—<, cantaban no sabía dónde unas voces de ángel... Un tibio rayo invernal de Sol, que arrancaba de la nieve cegantes resplandores bajo el puro esmalte azul de los cielos, hízole abrir los ojos, borrachos aún de sueño. Estaba echado a la boca de la caverna, no lejos de la semiapagada hoguera. Pero por más que los buscó ansiosamente, no encontró ni rastros de sus maravillosos compañeros de la noche pasada. Tampoco había huellas de sus pisadas sobre la nieve. —¡Ah! —pensó entonces—, ¿no habrá sido un milagro? ¿No habrán sido San José, la Virgen y el Niño los que han querido venir a mí, en esta noche santa en que yo vagaba desesperado buscando la muerte, para que se abriera a la verdadera