DON JACINTO EN SERIO CARTA ABIERTA Para el Exnioi Sr. don Fernando Sartorius y Chacón, Conde de San Luis y Gobernador de la provi n * da, de Madrid. Permítanos, Exorno. Sr. Gobernador, que la segunda Carta abierta que publicamos esta temporada, y en este periódico, vaya dirigida á usted, como primera autoridad de la provincia, Presidente nato de la Diputación y hombre de envidiable dotes do ilustración y talento, y de grandes energías, como bien cuadran A quien como usted viste el honroso uniforme de oficial de caballería. Nuestra anterior Caria abierta, primera de la serie que pensamos publicar, iba dirigida al también pundonoroso y caballeresco señor Marqués de Ibarra, nuevo Presidente de la Diputación Provincial, noble por su cuna y por sus hechos, y hombre de hondo pensar y de recto parecer. Y cuentan que, á raíz de su lectura, el exce lentísimo señor Marqués se asomó A los linderos de ésta, que es y será importantísima cuestión, ajustando á su conciencia la realidad de los hechos, y ¡i su conciencia también, la línea de conducta que debía seguir, desoyendo, por tanto, á extrañas c interesadas ingerencias. Unas horas después, y ante apremiantes conminaciones, el titulado empresario de la Plaza de Toros de Madrid, declarado insolvente de una manera oficial, como en -su día y con dolor lo haremos constar, para que el público, y con el público los que con él medran en interesados negocios, se enteren de lo que es, vale y significa dicho señor, que reunió fondos como pudo, y en la forma que mejor y más favorable encontró, entregando á la Diputación Provincial la cantidad de pesetas 40.000, en momento crítico que acababa de hacer la renovación de abono de la segunda serie, y con ella el embolso de muchos miles de duros, cuando todavía tenía en su poder una corrida del primo, que hacían en su totalidad una cantidad suficiente para pagar, no 40.000, sino algo más de los atrasos y débitos añejos. Ante tamaño esfuerzo ó ante tal desprendimiento del empresario en tan oportunas circunstancias y tan justas y sinceras reclamaciones como las nuestras, otro periódico cualquiera, más pagado del efecto popular que de la bondad de la causa, cantaría victoria en esta ocasión, abrogándose éxitos que, en justicia, sólo corresponden á la imparcialidad, entereza y rectitud del Excmo. Sr. Marqués de Ibarra. Pero no es este el punto que tratamos de ventilar en la presente epístola, que bien merece por su importancia sección aparte, y vamos directamente en corto y por derecho, como dicen los clásicos, al objeto de esta carta! Si nosotros, Sr. Gobernador, entendiéramos de leyes como de andanzas y achaques taurinos, le diríamos á usted que el acuerdo de la Diputación Provincial para la incautación de la plaza es firme por infracción de ley, pues ni usted suspendió ni ejecutó el acuerdo, que es para lo único que la ley Provincial le da facultades, como se demuestra bien claramente en el artículo adjunto. «Los Gobernadores remitirán al Ministerio de la Gobernación, en el término de diez días, los recursos de alzada que se in le r pongan. El Gobierno resolverá dichos recursos dentro del plazo de sesenta días, después de la remisión del expediente, oyendo antes al Consejo de Estado, el cual emitirá su informe ( n un término que no podrá exceder de cuarenta días. Si transcurriera el primero de dichos plazos sin resolución alguna del Gobierno, quedarán firmes los acuerdos de las Diputaciones provinciales, sin (pie sea ya posible, por lo tanto, modificarlos ni revocarlos en la vía gubernativa.» Ct n estas sencillas advertencias sin fondo ni malicia, no tratamos ele mortificarle á usted, excelentísimo señor, pero sí de prevenirle que no se fíe de esa viciada atmósfera del Gobierno civil, por donde tantos han desfilado y tan pocos los que han dejado gratos recuerdos. En todas Jas ocasiones juzgue por sí mismo, vea con sus propios i-jos y oiga con sus propios oídos, y no se fíe de nadie, ni aún del secretario del Gobierno, aunque sea un buen secretario y muy amigo del ex ministro Suá- rez Inelán, en cuya casa estuvo este señor el pasado verano, y el de Inelán sea el mejor amigo y el mejor consejero dé Perico Niembro, y éste, á su vez, el más aprovechado v práctico de todos los asturianos que nos lian caído en esta milagrosa y cajonada Corte, insolvente para los efectos de la ley, mal pagador por uso y costumbre, y un si no es dadivoso cuando de ello ha de sacar el ciento por uno. De esta cadena de amistades y de afectos, no hemos de dirigir ni la más leve censura al Sr; Gobernador, porque de sobra lo conocemos; desoyendo murmuraciones del vulgo, aunque á veces tengan, en otra circulación, mas no en esta, su fondo de verdad, por aquello de que cuando el río suena, agua lleva, poca ó mucha. Ahora, por lo que hemos de recriminarle, si recriminaciones merece el que ajusta á su noble y leal conducta la conducta de los demás, es por hgber firmado un cartel de abono y de la renovación de éste por seis corridas más, -sin haber terminado aquél y sin exigir á la empresa los contra tos de los toreros y las escrituras de venta de los toros, donde figuran ocho espadas que en su 'mayoría no están ajustados, y veint cuatro ganaderías de diverjas castas, cuando todos saben que las de más nota, como la de Miura, ni quieren ni tienen to ros para dárselos á la empresa de Madrid. Otro tanto podíamos decir de la de Urcula y de otras que están anunciadas pomposamente. De los matadores no hay que hablar. Todos conocen los líos y componen das de la inauguración v de la primera corrida de abono, pues el titulado empresario, fuera de Fuentes, alta dignidad taurina fracasada, no tenia firmados más que los contratos de Maehaquito, que en mal hora lo hizo, y el de Lagartijo, que para poco provecho le sirve. Los restantes son ilusorios, unos por su caballerosidad y oíros faltos de energía para imponerse, fiados en su palabra, y si algu no ha conseguido algo, como Quinito, ha sido valido de las circunstancias y en fuerza de conocer al tablajero charcutei esen. Quizá tenga usted ocasión de ver algo y aun algos de este asunto, pues no faltará matador que ante usted interponga una demanda reclamando justicia. Además, ha tenido usted ocasión de ver y tratar á los ganaderos andaluces, que son caballerosos dignos y hombres de palabra y seriedad. Pues bien, los ganaderos andaluces no le fían al Sr. Niembro ni un pitón. Ahora, en la comparación, certifique la bondad del interfecto. Con estas y otras, la opinión que en cosas taurinas entiende, está alarmadísima, y con la opinión los señores abonados, que adelantan su dinero en manos de un insolvente, y con los abonados los revendedores, que no les llega la camisa al cuerpo con tantas incertidumbres, pues para todo habrá motivo, al ver que á proporción de los débitos á la Diputación, se aprovisionaban espléndidamente los escaparates de la suntuosa charenserie. Hemos llegado ya á un extremo irresistible y critico, y el público, único y supremo juez de todo, no puede estar á merced de un insolvente, que paga, si paga, cuando quiere, los plazos de arriendo; de un hombre que no tiene garantía de ninguna c'ase, que ni ha firmado la escritura de arriendo, ni ha entregado el resguardo de la fianza, y, por lo tanto, no tiene fianza de ninguna clase, y que, en suma, por su sig nificación y por su responsabilidad, está á la altura de un Garibaldi taurino. Y como esto va haciéndose harto pesado, aquí hacemos punto, sin perjuicio de insistir, rogándole perdone que hayamos reclamado, su atención, suplicando acoja las comentas le justicia que ahora brotan de la Corporación provincial, harta ya de incomprensibles complacencias á quién no las merece ni jamás las mereció. Pesadilla horrible,., que puede suceder Soñé que era revendedor de billetes de la plaza, lo cual, en las actuales circunstancias, era una desgracia para mí; y soñé que se había muerto repentinamente el más famoso y charcuferesio de todos los Niembros conocidos, lo cual era otra des gracia para él. Y soñé que para adquirir las localidades de mis abonos había tenido que pedir dinero prestado á un alto precio, por la inse guridad del negocio, acaparado por uno más insolvente que yo y con menos responsabilidad. Y cuando conocí la noticia del fallecimiento, me acordé que había adelantado mi dinero por seis corridas de abono, cuando aún la empresa me debía una de la primera serie. Y aquí empezaron los lamentos. Agobia do por mis acreedores, fui presuroso á ver á los herederos de Perico para interponer mi demanda. Los herederos no sabían nada de esto. Lo4 billetes de Banco son documentos al portador, y las monedas redondas para todo el mundo. Fui á la suntuosa charcuterie con la sana intención de hincar el diente á dos ó tres jamones, y la charcuterie, con toda su suntuosidad, era de los hijos de Niembro, y con ella nada tenía que ver el padre. Fui á ver la finca que decían D. Pedro había levantado, cual otro D. Felipe, en El Escorial, y la finca era de su suegro. Entonces fui desesperado al almacén de vinos y Licores de. la calle do la Gorgu era, con objeto de emborracharme para olvidar las penas y los agobios, y el almacén no era más que un depósito de los cosecheros. Loco ya y frenético por la desesperación, fui corriendo á reclamar á los diputados provinciales, y los diputados me contestaron:—¡Anda!, más nos ha dejado á deber á no^otro-, que administramos á un menor de edad como el Hospital, que no puede perdonar ni condonar nada. En vista de este fracaso y desahogo tal, y como desesperado recurso, acudí al Go bernador perpetuo, confiado en sus arrogancias y compasión. Y el Gobernador perpetuo, al oir mis quejas, respondió con verdadera sinceridad: — ¡Pero, hombre! ¿Ha visto usted qué desgracia? Guando desperté, respiré con delicia. Y no porque estuviera sano y rollizo el tablajero, lo cual me congratula, sino porque afortunadamente no era yo revendedor. Eoire col y col... covlllaía Ocho novillos: cuatro de Veragua y cuatro de Buñuelos. Matadores: Rsgaterín, Bienvenida, Pepete y Angelí lio, los dos últimos sin descorchar en esta plaza. *** —Entre col y col, novillada; si, señor. ¡Eso se llama aprovechar! —¿No ve usted que quedaban sus tres ó cuatro masas corales en Madrid? El hombre se dijo: no quiero que se vayan de la Corte sin que vean por lo menos tres mogones y dos diestros que acaban de salir del destete taurino, y fué y organizó un cartel modestito para no desentonar en esta especie de sarampióh que acabamos de sufrir. — Compadre, no se extienda usted en consideraciones, que no está la cosa para que divaguemos. —Pues verá usted; voy á comprimirme más que el clorato. Los Buñuelos fueron todos retintos como era de esperar, y poco más ó menos, á excepción del séptimo un tanto voluntario, no se llevaron gran diferencia en punto á boy anquería, tipo, hechura y fuero interno" De los Veraguas, el último fué el más bravo de la corrida y el que mejor se dejó torear. Mantequilla ó cosa parecida. En total tomaron, aunque no siempre en suerte, claro está, treinta y cinco puyazos, y á catorce pencos les hicieron la disección. Regaterín en su primero hizo una faena 'esaboría, sin conseguir hacerse con el amigo de las puntas, incierto y huido; el hombre, por fin, se decidió, y entrando deprisa sacudió un mandoble de los de ¡vaya usted con Dios! Con el cuarto, que tuvo que matar porque Angelillo pasó al cuarto interior en el primer toro á restaurarse el físico, adulterado por el Veragua, se sacó el hombre la espina, y después de una buena faena de muleta, con vista y sentido consiguió apoderarse del buey, que no estaba como el colcream, ni mucho menos, ,y entrando como el que tiene papeleta para verlo todo, derecho y acostándose en el morrillo, dió una estocada corta superior, saliendo rebotado el hombre del atraquen. Muchas palmas, aunque no todas las que merecía, sin duda porque no hubo molinete ni juego de cadera. Con el quinto, un solemne prófugo, no hizo más que salirlc al camino en cuanto pudo y con los terrenos cambiados entró bien, para una media un poco tendida. Con el último, que como digo en los comienzos fué un toro bravo, se lució to - reándole por verónicas; hizo una buena faena, de muleta y con coraje y con las de la ley lo entró á matar con una hasta las cintas de efecto inmediato. Intervino oportunamente en dos quites de los de compromiso y fué toda la tarde el hombre de la situación. Y aquí debíamos acabar la cosa, porque lo otro tuvo bien poquito que ver, mucho menos que el centenario. Bienvenida sigue sin convencerse. Para los que Jes gusta el toreo de chantilly, va el niño que ni un bizcocho; pero seriedad, conciencia y... lo que hay que tener, ¡perdone, hermano! Y eso que en su primer toro, después de una estocada que escupió la res y de un pinchazo sin asomarse, entró bien y con deseos; pero como el estoque quedó en los bajos, pues... borrón y cuenta nueva. Con el sexto se durmió el hombre pinchando y nos entró á todos el sopor. Nada, qué^ía criatura sigue sin resolverse y los billetes ya sabe usted dónde hay que entrar por ellos. Pepete, uno de loá fenómenos facturados en gran velocidad que nos ha mandado Sevilla, está aún sin rematar; vamos, que le falta la segunda. mano: Anda con algún desahogo cerca de los bichos; os valiente, y parece, por lo. que vimos- la ót|a tarde, que podrá ser un buen masador.dc¿toros; Por lo menos entra el hombre -con cierta confianza y como si tuviese una póliza dp seguros sobre la vida en casa Dió una buena estocada al tercer toro, y en el séptimo, después de una estefeada con mala dirección, agarró ’ de segundas una buena en lo alto, Saliendo el hombre, unas miajas comprometido y como rodando pdr las escaleras, todo con vistas al árnica. Puso un buen par al cuati -<>, llegando muy bien. Para debut no estuvo mal la cosa. ; .. También banderillearon Regaterín y Bienvenida; e 1 primero sin suerte; es segundo bien en el último, al que colocó dos buenos pares. , A .... ... Armilli ta con ios palos quedó cómo los hombres, y Pepín de Valencia bregando con equidad, aseo y vista. Como intermedio- eómico no estuvo mái * un picador de chaquetilla negra que, á estas horas, ya habrá sacado patente, porque, eso sí, picando se trae la última novedad. ¡Camará con el hombre! ¡Dios le conserve el buen humor! Andana. AUWo — ¿Por fin se celebró la de Beneficencia? —Sí; y á despecho de Perico Niembro, que vió un día malogrado en plenas fiestas de San Isidro. —Eso fué una galantería. —No; una decisión de la Diputación, que ejercitó un derecho suyo, establecido y consignado en el contrato. —¡Muy bien hecho! Pero, ¿y la novillada que se celebró el pasado jueves, cuando, si no me han informado mal, hay una condición en el contrato de arriendo, por la cual el empresario, durante la semana anterior á la de Beneficencia, no podrá dar ninguna corrida de toros? —¡Tú lo has dicho! —¿Cómo? —No podrá dar ninguna corrida de toros. Por eso dió una novillada. —¡Toma! ¡toma! Si es por eso, si D. Pedro coge la parte por el todo ó el todo por la parte, también en el Reglamento del descanso dominical se decía que se autorizaban los espectáculos públicos, excepción de las corridas de toros... Sin embargo, no dió en domingo su corrida de toros, ni de novillos... —Porque entonces para su uso particular no le convenía. —¿Y ahora? —Porque le convenía. —¿Luego D. Pedro? —I). Pedro tiene una ley acomodaticia é interpreta las cosas á su manera y en la medida de sus conveniencias- —No está mal pájaro el amigo. —Y tanto; que si lo conocieran bien los encargados de hacer un reglamento, confeccionarían uno particular para el bendito de Perico, y le atarían corto, no permitiéndole carteles tan de doble sentido y redo- mafia intención como les que presenta. —Chico, tendrá mucho talento y mucha trastienda como ahí< dicen, y eso. que su trastienda debe estar muy provista de jamones y otros efectos char cu teres eos; pero poco se le conoce, porque cualquier Machaco se lo impone. / —¡Debilidades humanas! —Debilidades ó sorpresas, según el color del cristal con que se mire. — ¡Fuentes era indispensable! —¿Indispensable, cuando no vino al mitin y el mitin se celebró sin su concurso, y no asistió á la corrida de la prensa, cuando el mismo cojo de La Coronela, en carta que obra t n poder de la Comisión, decía que el mitin debía celebrarse el mismo día de la corrida de la Asociación, que se verificó y sin su concurso? —¡Ahí verás tú! Pues tampoco iba á venir á la corrida de Beneficencia. —¿Qué me dices? —Lo que oyes. —¡No entiendo ese lío! —Pues verás. Su apoderado, Manolito Pineda, escribió desde Sevilla á Jos señores déla Comisión diciendo que el cojo no podía tomar parte en esa corrida. — ¿Y la Comisión? - —La Comisión, á cuyo f'f enfe estaba D. Eduardo Yañez, que de esto entiende