EDAD MODERNA 87 pas liberales hallaban protección, y ahora encontraban abandonados y desiertes, huyendo los moradores para colocarse en las alturas, y hostilizar desde allí, bien guarecidos, sus flancos ó retaguardia. El ejército expedicionario regresó á Tarragona -con baja considerable de gente, no tanto por efecto de los combates, como por las deserciones que ocasionaba la actitud hostil de los pueblos. Por lo demás los jefes hacían mil elogios, y estaban hasta admirados del valor con que se batían los soldados leales. Y en cuanto á Miláns, habiéndole enviado el mariscal Moncey un parlamentario con la capitulación hecha por Ballesteros, invitándole á que imitase su ejemplo, contestóle con la dignidad que correspondía á un militar lleno de pundonor y de patriotismo. Demasiado era estar sosteniendo una lucha tan desigual, rebosando todo el Principado de franceses y de facciones numerosas, enemigos por otra parte los pueblos, cuando en 31 de agosto toda la fuerza de las tres divisiones del primer ejército constitucional en operaciones excedía en poco de nueve mil hombres. Y con la propia fecha escribía Miláns desde Tarragona al general en jefe: «Me hallo en esta plaza sin cesar de trabajar para proporcionar víveres y recursos, pues carece de todo, así que de dinero, vestuario y armas, descuidado por el ex general Manso. Los ricos emigran casi todos, y Tarragona presta poco, y es pueblo de poquísimos recursos. Se experimentan necesidades de todo género, y exigen un remedio perentorio... Los enemigos están en Altafulla, Torredembarra y Valls, en número muy considerable... Misas, el Barón, Manso y Sarsfield se hallan reunidos en estas inmediaciones, y al parecer se trata de poner un serio bloqueo á esta plaza.» San Miguel escribía en términos no más consoladores, y mostrábase además desesperado por la dificultad de comunicarse con el general en jefe. Y éste por su parte, postrado en cama por la recrudescencia de la herida de su pierna, exhortábalos á que á todo trance evitaran el bloqueo, y les ofrecía hacer salir de Barcelona una columna con objeto de recorrer el Ampurdán y socorrer la plaza de Figueras, que se hallaba bastante apurada, esperando que ellos mantuviesen en continua alarma al enemigo. Sobre no poder aventurar batalla alguna en campo raso con tan poca gente, ocurrieron sensibles desacuerdos entre Mina y Miláns, que perjudicaron como perjudican siempre las desavenencias entre jefes de un mismo partido. Mina había prevenido á Miláns que pasase á Barcelona para hablar sobre asuntos de importancia, y con ánimo, aunque no lo expresaba, de que se reemplazaran Rotten y él en sus respectivos mandos. Contestó Miláns que no le era posible trasladarse á Barcelona, á causa de los inminentes peligros que para ello había, así por mar como por tierra. Mandóle luego el general en jefe que hiciera salir de Tarragona una columna de cuatro á cinco mil hombres, con todo el cuartel general, así para desahogar de gente la plaza, como para distraer al enemigo, en tanto que él hacía salir otra de Barcelona en socorro de la apurada guarnición del castillo de Figueras. También á esta orden respondió Miláns exponiendo los inconvenientes que á su juicio envolvía la operación. Replicóle Mina en términos algo fuertes, y concluía maridándole que inmediatamente emprendiera el movimiento que le tenía ordenado. Dióse por