34 en sus engranajes, mudaba instantámente de naturaleza, en términos de resultar ya en lo sucesivo pueblo educado para ser administrado é incapaz de libertades representativas, por haberse sofocado en él toda energía de iniciativa independiente y atrofiado todo núcleo de vida local y extinguido la fuerza electoral para las funciones electivas. Hasta entonces, á pesar de los grandes avances centralizadores de los últimos tiempos de la realeza, venía siendo patrimonio común de los pueblos cristianos el considerar la acción del Estado como función de mero gobierno polítito, reducida á su mínimum en los demás órdenes de la vida social, mientras que por el contrario sobre estos cometidos se dilataba al máximum la acción y cooperación de las iniciativas privadas, individuales ó colectivas, fiando en ellas mucho más que en las providencias del gobierno. Mas desde que en esos mismos pueblos prevaleció la revolución centralizadora mudando el concepto fundamental de la función de gobierno, se extinguió para la vida local el vigor de su espíritu de intervención en las cosas públicas, y el Estado vino á considerarse como un poder central sustituyéndose en todo á las iniciativas particulares y reduciéndolo todo á universal tutela á fin de regirlo y administrarlo todo en lugar de todos. Voces proféticas, con resonancia y majestad como la que entonces alcanzaba el insigne Burke, vaticinaron desde luego cuál había de ser el resultado social y político de esta manera de pulverizar la masa á fin de hacerla homogénea. También entre nosotros el ilustre Capmany, poniendo á nuestros reformadores en guardia contra tales métodos de política unitaria, que despojan á las naciones de su antiguo carácter haciéndoles perder la memoria de su libertad, escribía en 1808: «Igualarlo todo, uniformarlo, simplificarlo, son palabras muy lisonjeras para los teóricos y aún más para los tiranos. Cuando ello está raso y sólido y todas las partes se confunden en una masa homogénea, es más expedito el gobierno y más expedita la obediencia... En la Francia así or ganizada, que quiere decir aherrojada, no hay más que una ley un pastor, un rebaño destinado por constitución al matadero... Allí, pues, no hay provincias ni naciones, no hay Provenza ni