— o — chura hasta que se ponga por obra! Coa deseo he deseado que se llegue ya la hora de mi Pasión , en la cual no se verán mas que escarnios y vituperios, porque quiero hartarme de oprobios y afrentas, como cosa para mí muy sabrosa por amor de los hombres.— Y su corazón no quedó saciado de esta sed de humillaciones y desprecios hasta que embriagado de amor quedó desnudo, como otro Noé, sobre el ignominioso leño de la cruz para ser escarnecido de los hombres ingratos. En esta escuela aprendieron el amor á los desprecios todos los discípulos de Cristo. El gran amador de Cristo, san Pablo apóstol, se holgaba en las enfermedades, en las injurias, afrentas, necesidades, persecuciones y angustias por amor de Cristo. Los Apóstoles iban gozosos y regocijados cuando los llevaban presos delante de los presidentes y sinagogas, y contaban por gran regalo y merced de Dios ser dignos de padecer afrentas é injurias por el nombre de Cristo. Esto imitaron lodos los Santos y de un modo especialisimo la que descuella entre todos ellos por su sed de padecer ó morir: la que se distingue por sus deseos y ansias vivas por ser toda de Jesús; la que renunció casa, padres, comodidades, mundo, en fin, y hasta su nobilísimo apellido para ser conocida solamente por Teresa de Jesús. Quiso ser compañera de Jesús, no solo en el nombre, sino en sus deshonras y menosprecios; quiso ser esposado Jesús y participar de las afrentas de su Esposo. Vistióse de su librea, siendo afrentada y menospreciada del mundo, que la trató de loca, de embaucadora de las gentes, de Santa sin piés ni cabeza, de mujer inquieta y andariega, y de otros falsos testimonios de cosas gravísimas que la modestia cristiana no sufre nombrar siquiera. Y en medio de tantas afrentas , encerrada en cárcel dura, sufríalo todo con sumo gusto , porque pasaba todos los trabajos por su Dios y su religión. «Las cárceles, escribía (1), los trabajos, las persecuciones, los tormentos, las ignominias y afrentas por mi Cristo y mi Religión , son regalos y mercedes para mí... La cruz ha de ser nuestro gozo y alegría. Y ansí cruz busquemos, cruz deseemos, trabajos abracemos, y el día que nos faltaren, ¡ay de la Religión descalza! ¡ y ay de nosotros!» Y como los mundanos y gente menos espiritual conviértenlo todo en alabanza y estimación propia andando desalados en pos de la lisonja y adulación, nuestra querida y humildísima Teresa de Jesús todo lo encaminaba á la humillación y menosprecio de su persona, y en esto se holgaba y hallaba quietud su espíritu. Cuenta los grandes y señalados favores que el Señor la dispensara comu de tercera persona, mas sus faltas las abulta, las exagera. «¡O'1 (1) Carta á Fr. Juan de Jesús Roca.